Susanita era muy feliz siendo la niña de los ojos de su papá, y lo mismo, tampoco había capricho que su mamá le negara. Era una niña tan feliz.

Susanita siempre supo que papá y mamá estubieron, estaban y estarían ahí para resolver sus problemas, para ayudarle con el peso de sus emociones y para brindarle toda la atención que ella necesitara.
Porque Susanita creció en una familia muégano; ya sabes, de esas donde todos están más que involucradas e involucrados entre si, y nadie necesita atravesar sus penurias a solas o con la menor autonomía.
Pero sucedió que a Susanita le tocó crecer, y con este sino fatal, llegó también la posibilidad de volverse adulta y decir adiós al hogar que sus papás compartieron con ella. Oh, ansiedad¡!
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