Los seres humanos pasamos la mayor parte de nuestras vidas buscando pertenecer a algo, desde complejas religiones con las cuales identificarnos, hasta una empresa donde trabajar, una familia o una pareja con la cual caminar por la vida. Ya se trate de grandes sistemas sociales o pequeños, a las personas no nos gusta quedar aisladas, porque somos animales sociales que en épocas muy tempranas descubrimos que nuestra sobrevivencia está en los números.

Y así como fue al principio de los tiempos, y lo sigue siendo todavía hoy en día en la vida de cada uno de nosotros y nosotras: queremos pertenecer. Buscamos incorporarnos a la vida de los demás y recíprocamente, incorporar a los demás a nuestra vida volviéndonos mutuamente significativos.
A eso le llamamos “relaciones interpersonales”, y cotidianamente solemos afirmar que no hay cosa más complicada que eso.
¿Qué es lo que Vuelve Complejas las Relaciones Interpersonales?
Revisando la historia de humanidad, encontramos docenas de casos bien documentados que nos hablan de hombres y mujeres que en el aislamiento del desierto, la montaña o una isla desierta donde por azar naufragaron, sobreviven al borde de la locura por no tener a nadie más con quién hablar o relacionarse. Sin otra persona cerca, la cordura del ser humano flaquea y la mente se vuelve febril e inventa fantasmas, prójimos imaginarios con quienes la consciencia puede resguardar parte de la precaria sanidad que le queda. Así, en el aislamiento nos inventamos compañía para no tener que afrontar la existencia en soledad.
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