Inteligencia Emocional

Las emociones ¡…qué susto!

Pocas cosas forman tanta parte de la vida y nos inspiran simultáneamente tanto miedo como las emociones. La otra vez escuché a un científico afirmar que ojalá el conocimiento médico nos alcance un día para diseñar unas píldoras con las que pudiéramos regular nuestras emociones.

Así solemos verlas: como una amenaza.

Por eso no es raro que muchos dediquemos una gran energía a censurar lo que sentimos, a despersonalizar nuestras emociones o a evadir el efecto que nuestras experiencias causan al interior de nosotros. ¿En que medida se puede hacer esto?, ¿de veras podemos hacer a un lado las emociones? 

Antes de responder, imagina cómo sería el ser humano que finalmente lo lograra. Sin emociones, esa persona permanecería impávida ante cualquier eventualidad, nada le espantaría, entristecería o perturbaría. Sin alegría, sin curiosidad.

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Anti – guía para el miedo

Se cree que los grandes miedos aparecen debido a experiencias muy traumáticas, pero la realidad es que pocas veces sucede así. Y no es que tengamos mucha resiliencia en la vida, sino que para cultivar un temor incapacitante, habitualmente hay que afanarse día… con día… y echarle ganitas.

Para presumir de un miedo robusto, como ese que se ve en las películas de Hollywood tipo El Conjuro y así, hay que hacer sacrificios como: no decir algunas cosas, quedarte con ciertas ganas, negarte varios permisos… todo para hacer que esa semillita del miedo, que efectivamente extraemos de los eventos desafortunados, germine como una saludable enredadera.

De lo contrario, si no le echas ganas, convertirás ese evento desafortunado en un aprendizaje, o le verás el lado positivo y ya no te va a servir para cultivar un miedo.

El secreto consiste en mantener constantes estrategias de evitación. Te daré un ejemplo, ¿te apetece tenerle miedo a las cajas de cartón?

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Personas Fuertes, Personas Duras

Tratando de enseñarle a los humanos la cualidad de ser resistentes, los dioses antiguos pidieron que los Robles del bosque, le enseñaran su dureza a la mitad de la humanidad.

Pero Gaia era sabia, y a diferencia de los antiguos, ella encomendó esta tarea a los Juncos en el río, para que enseñaran a ser resistentes a la otra mitad.

Es por eso que en la vida, vas a encontrarte dos tipos de personas: la Gente del Roble y las Personas de Junco.

Los hombres y mujeres del Roble aguantan los vientos fuertes sin doblarse ni resquebrajarse; en tanto que las Personas de Junco se doblan hacia la tierra al soplo de la más ligera brisa, y cuando el viento amaina se yerguen nuevamente.

La Gente del Roble aguanta decenas de huracanes sin doblarse ni romperse; pero las Personas de Junco se dobla hacia la tierra al soplo del menor huracán… para después erguirse nuevamente.

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