Infidelidad: según Wikipedia proviene del latín infidelĭtas, -ātis, e implica obviamente el incumplimiento de un compromiso de fidelidad. ¿Pero qué es fidelidad?
La fidelidad, y vuelvo a copiarlo de Wikipedia, tiene un significado vinculado con la lealtad (de una persona para con un señor o un rey) y la atención al deber; la palabra “fidelidad” deriva de la palabra fidelitas (latín), y su significado es servir a un dios. Estas acepciones hablan de sometimiento y describe una dinámica vertical y jerárquica de una persona que domina a otra; pero aunque resulta chocante una concepción así en el contexto de las relaciones de pareja, la incongruencia se explica con un poquito de paciencia y dos tantos de perspectiva histórica, veamos: la fidelidad se volvió un tema relevante en la Edad Media, cuando las instituciones eclesiásticas convencieron a las parejas de que cada mujer solamente debía de tener una pareja sexual en la vida, y los hombres demandaron esta premisa como un derecho de nacimiento así, por el puro hecho de ser hombres.
Ellos eran los propietarios de los bienes económicos, e impidiendo que ellas tuvieran hijos de otros hombres, garantizaban que la herencia de su patrimonio (del latín patri que significa ‘padre’, y onium: ‘recibido’) pasara exclusivamente a manos de sus propios hijos varones. Entonces, en la Europa medieval la exigencia de la fidelidad estaba dirigida a las mujeres, y los hombres podían contratar cortesanas y prostitutas, mantener amantes o hacer con su vida sexual cuanto les apeteciera, pues esas actividades no vulneraban la estructura económica ni agobiaban a nadie.
Apuntemos entonces que la fidelidad surgió tras la caída del Imperio Romano para amarrar a las mujeres al núcleo de la relación matrimonial. ¿Qué tanto han cambiado estas nociones desde la Edad Media hasta nuestro tiempo?; veamos, ¿hoy quien recibe el peor juicio social por ser infiel: un hombre o una mujer?, ¿a cuál se le ataca con peores adjetivos?, ¿qué tan sencillo es para una mujer divorciada casarse de nuevo, y cuando lo es en comparación para un hombre? De respuesta en respuesta, quizá descubramos que de la Edad Media al siglo XXI nuestra forma de pensar no ha evolucionado demasiado. Puede que incluso, si me lo permiten, continuemos preservando valores que lejos de ser universales, resultan anacrónicos y descontextualizados para nuestro tiempo.
Y entonces nos regresamos a las definiciones de Wikipedia, quien hace el favor de explicarnos la fidelidad a través tanto de la lealtad hacia un señor o un rey, como del deber adquirido a partir de la sumisión. ¿Será efectivamente que todavía hoy demandar lealtad es exigir sometimiento?; en una de esas, sería posible incluso que en pleno siglo XXI todavía entendamos las relaciones de pareja como una obligatoriedad con el otro (en vez de un compromiso personal), una renuncia a los proyectos individuales y la incorporación en nuestra vida de una nueva autoridad a la que rendirle cuentas. En cualquier caso, si la definición en la enciclopedia virtual es pertinente, entonces aceptaríamos que dentro de las relaciones de pareja regidas primordialmente por la demanda de fidelidad, no existiría una relación equitativa y “pareja”, en toda la extensión de la palabra.
Hoy en día uno encuentra en los escenarios clínicos, un montón de parejas que asisten al médico porque ella, toda magullada, “nuevamente se ha caído por las escaleras”, o “se pegó accidentalmente con la puerta… repetidas veces”; en los consultorios de psicoterapia ellos declaran sentirse descalificados y creen que solamente se les valora porque llevan dinero a casa: “solamente tenemos sexo en días de quincena”, me comentaba compungido alguien por ahí. ¿Qué es lo que sucede?, ¿porqué recurrir a estrategias terroristas dentro de la pareja, si la relación es efectivamente “pareja”?, ¿porqué hay mujeres golpeadas por el hombre que dice que las ama, y hombres descalificados consistentemente por ellas?
Esto es violencia, y el objetivo de la violencia SIEMPRE es el control sobre el otro (o sobre la otra) y su dominación; y si no quieres ser violentada o violentado, tendrás que someterte de antemano. Violencia es tanto un golpe que deja moretón, como uno que no; es impedirte hacer tu vida, responsabilizarte a ti por mis emociones o incluso por los quehaceres domésticos, quererte por el grosor de tu billetera, impedirte nutrir tu autoestima, serte un estorbo para que te desarrolles y accedas a las mejores versiones de ti mismo o de ti misma. Se trata de un control para protegerme a mí, para yo ser quien saque el mejor partido de esta relación y sea el mayor beneficiario o la mayor beneficiaria de nuestra vida en pareja; se trata de que no te me salgas del huacal porque aquí yo tendré la relación que deseo, aún a costa y a pesar de ti.
¿Quién en su sano juicio querría quedarse en una relación así?
Cuando la violencia en cualquiera de sus formatos está presente, por donde lo veas es imposible una relación igualitaria, es decir, ahí no habría una pareja. Cuando dos personas viven en una dinámica de violencia y control, ambas se van a enfrascar en una relación donde unas veces domino yo, y otras veces me dominas tú; pero nunca quedamos al mismo nivel de circunstancias; y entonces para no quedarme si ti y terminarte ahuyentando por el ejercicio que hago de la violencia, o tu ahuyentándome por el ejercicio que haces de la violencia sobre mi, invocamos el santo deber de la fidelidad para que te quedes conmigo y yo contigo, por muy mal que marchen las cosas, pero sin un interés de modificar nuestra dinámica o de propiciarte y propiciarme una vida mejor porque no hay autocrítica sino un mal hábito. Los seres humanos al final a todo nos acostumbramos.
El juego de ejercer la violencia siempre es un partido de ping pon donde ambos continuamente devuelven la pelota, solo que los hombres hemos aprendido a ejercer la violencia de manera principalmente física y económica, y las mujeres ponderan las formas emocionales o psicológicas, pero al final todas esas formas son la misma violencia y tienden a destruir el aplomo de las personas, su propia estima de sí y su salud física y emocional a corto o mediano plazo.
En este contexto, ¿la fidelidad es un ejercicio de violencia?; ¿qué tal que en una de esas la fidelidad normaliza el ejercicio de la violencia, volviéndola invisible?
Más allá de Wikipedia, cada pareja hoy en día define “fidelidad” muy a su manera. A veces la entienden como una lealtad emocional que no involucra lo sexual, a veces solamente implica la cuestión económica; en algunos escenarios más tradicionales, tiene una connotación total exclusividad en palabra, pensamiento, obra y omisión. Hasta ahí, cada quien promete lo que cree capaz de cumplir; pero ¿qué condiciones debería yo de cubrir para visualizarme con la autoridad de demandarle a otra persona adulta que no busque otro placer que el que yo puedo brindarle, que no busque otra relación significativa que la que mantiene conmigo o que no piense en otro más que en mi?
¿Realmente me considero tan omnipotente como para lograr ser el TODO para otra persona?, a veces yo mismo no me soy suficiente a mí, ¿puedo imaginarme siendo suficiente para alguien más?; de la soberbia a la más llana ingenuidad. Sobre los hechos, las parejas que colocan la fidelidad rígida (esa que abarca la exclusividad ante absolutamente toda necesidad emocional que te puedas imaginar) como el valor más importante de su relación, son parejas que se terminan aislando del mundo porque frecuentar amistades causa conflicto, lo mismo que asistir a eventos sociales o ver a las familias de cada quien. Hay suspicacia por las actividades a donde solamente va uno y no ambos, temor ante los mensajes de celular que recibes yo no leo, de los mails ni se diga o de los compañeros en el trabajo, y de ahí agrégale lo que se te ocurra dentro de un pavoroso etcétera.
Con tantas prohibiciones ambos acaban renunciando a los múltiples factores que enriquecían sus vidas y lentamente, tras tantas renuncias sus personalidades se van marchitando. El otro integrante de la relación lentamente se va volviendo el único estimulo de mi existencia y yo voy demandándole cada vez más, y más… lo que me hubiera nutrido con mis amigos, se lo pido a ella; lo que hubiera recibido de mis pasatiempos, se lo pido a ella; el cariño de mi familia, mi realización profesional, mi independencia, todo eso se lo pediré a ella porque al final ella sera lo único emocionalmente cercano a quien ahora yo soy.
¿Qué haría entonces sin ti, ahora que te has convertido en mi mundo?
A veces la fidelidad como meta se vuelve el pretexto para la violencia, para esa cadena de prohibiciones y expectativas incumplibles que despiertan las pequeñas venganzas cotidianas; y la pareja se mantiene, porque mientras mayor es el tiempo que pasan juntos, más difícil es que cada cual pueda llegar a aceptarse viviendo sin el otro. El peligro de tomarse la fidelidad demasiado en serio es que a la larga lo que nos vincule en pareja no sea el amor, sino una versión triste y casera del Síndrome de Estocolmo.