El problema de ser un vampiro, es que la existencia diaria resulta mucho menos glamorosa que un libro de Anne Rice o Stephanie Meyer.

Ser vampiro es vivir en la imposibilidad de tener independencia o autonomía, siendo acosados por una dolorosa ansia que te demanda alimento constantemente, pero no puedes hacerte cargo directamente de lo que necesitas para sobrevivir.
Porque esa misma ansia te impone limitaciones insalvables, y por eso debes de sustraerlo, o a veces arrebatarlo, de las y de los demás a tu alrededor.
Es ahí precisamente donde las clases de vampiros se dividen. Por una parte teníamos a los vampiros adictos a la hemoglobina, que ya están más extintos que la vaquita marina, y por la otra están los vampiros emocionales, que de esos si, hoy te encuentras a montones en cualquier parte.
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