“Ay, no…”, dice la gente de buenas costumbres: si fueron tan buenas para abrir las piernas, también deberían ser así de buenas para tener a sus hijos. Y yo por supuesto, me escandalizo en tanto ser humano que soy, en tanto que psicólogo que dicen que soy… y lo mismo en tanto que la neta, a mi me gusta escandalizarme.

Más allá de que presumimos una apabullante misoginia al cargarle a las mujeres el peso total de una concepción no planificada, eximiendo al hombrecito de toda responsabilidad: “finalmente, ya sabes cómo son los hombres, son ellas las que tienen que darse su lugar”, dicen; chale, pensar así es como para volverse locos.
Más allá de esto, que espero que sea lo obvio, hay dos razones desde las que este abordaje retrógrado, me parece alarmante:
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