Psicología + Nutrición

Mitos de la alimentación

I.

En los tiempos actuales, la alimentación ha cobrado una creciente relevancia que no parece tener intenciones de menguar, de modo que las ciencias de la nutrición han expandido sus fronteras, hasta conectarse a otras disciplinas del conocimiento con las que antes no se vinculaban tan directamente, como la química, la antropología, la medicina o la psicología.

Hoy en día, en nuestras sociedades de occidente, sabemos que la manera en que nutrimos nuestros organismos tiene una estrecha relación con nuestra salud física y emocional, y que nuestra salud física y emocional repercute en cómo nos alimentamos.

Ya hemos comprendido que no podemos exagerar nuestro consumo de carnes rojas o nos arriesgaremos a ciertos tipos de cáncer, diabetes y trastornos cardiovasculares; y simultáneamente, sabemos que enfatizar una alimentación con omega 3 proveniente de pescados como el atún o el salmón, puede ayudarnos a prevenir la depresión, lo mismo que las vitaminas B1 y B3 C o el ácido fólico.

Recientes estudios han definido la relevancia de la nutrición en el buen funcionamiento de nuestra información genética, de modo que una persona mal alimentada no podría alcanzar del todo su potencial y ha de heredar esta limitación en su desarrollo a sus descendientes (googlea: correlación entre epigenética y nutrición, y verás de qué hablo).

La palabra clave, efectivamente es: epigenoma, o sea, el conjunto de factores que tienen influencia en el funcionamiento correcto de nuestros genes al darle forma y función a nuestro organismo. Dentro de estos factores, están efectivamente la nutrición y la actividad física, también y la inteligencia emocional y sobre la marcha se va identificando otros, propios de la vida cotidiana y que igualmente, influyen en el modo en que se expresa nuestro genoma.

Vamos, que tu código genético está ahí, y nadie lo va a tocar. Pero para que funcione de algo, tu organismo necesita leerlo, y el que unos genes estén legibles y otros no, depende del cómo te alimentas, tu sedentarismo o actividad física, el manejo de tus emociones, y así. De modo que puedes provenir de una familia de gran estatura, pero por no tomarte la sopa, te quedaste de baja estatura porque tus genes de “persona alta” fueron difíciles de leer.

Otra metáfora que explica el modo en que se expresarán tus genes, está en pensarlos como interruptores: cada dato genético acerca de ti y tu herencia genética es un interruptor que ahí está, pero puede estar encendido o apagado. Si llevas una vida sedentaria, encenderás los interruptores relacionados con ese sobrepeso que le causó tantos problemas a la abuela; o alimentándote bien y ejercitándote, los apagarás, aunque formen parte de tu herencia genética.

¿A poco no está bien interesante?

Por eso, aquello de la “correcta nutrición” se ha vuelto una preocupación constante de las y los científicos que investigan esta materia; pero por acá, las personas de a pie, andamos un poco confundidas al respecto de esta definición que hacemos de lo ¨correcto¨ en cuanto a alimentación se refiere.

Vivimos un momento en el que las investigaciones científicas, las de la nutrición incluidas, son financiadas por grandes empresas que mantienen en su agenda evidentes intereses comerciales, conflictos de interés, que le llaman; lo cual no es un problema, ni es negativo, hasta el momento en el que la labor científica extravía su objetividad a favor de recibir mayores financiamientos para el funcionamiento de los centros de investigación, honorarios de los investigadores y adquisición de materiales.

Por esto, no es de extrañar que en determinado momento se hiciera de conocimiento popular que la margarina era un ¿alimento? superior a la mantequilla, cuando en el mercado es difícil encontrar un alimento más procesado y artificial. Pero, adivina qué empresa auspició estas investigaciones de dudosa objetividad… exacto, una productora de margarina.

Así, otra de las disciplinas con las que la nutrición ha hecho contacto al expandir sus horizontes ha sido la mercadotecnia.

De este modo, cuando en México se diseñó la pirámide de los alimentos, que enseñaba cuáles grupos alimenticios habían de constituir la base de nuestra alimentación, en el lugar número uno fueron colocados los cereales. Los cereales son excelentes alimentos, pero ni por mucho, más aconsejables que las verduras; no solamente porque solemos consumirlos tan refinados que se les ha despojado de más de la mitad de su valor nutricional, sino que además son de origen más pobres en nutrientes que las hojas verdes como la espinaca o la acelga, y ni que decir de una buena zanahoria.

¿Porqué no colocar a los vegetales en la base de nuestra alimentación?, es probable que la respuesta se relacione con que el proyecto de la Pirámide Alimenticia fue financiado por una de las empresas trasnacionales productoras de pan más importantes del mundo.

Por mucho que podamos sentir la tentación de caer en el terreno de las teorías de la conspiración y el cómo las empresas pudieran manipularnos para afectar nuestra alimentación, lo cierto es que el dinero que muchas empresas inyectan a la investigación en nutrición, ha permitido que ésta logre grandes avances en las últimas décadas, pero si una investigación patrocinada por una empresa refresquera, te dice que el azúcar en grandes cantidades es beneficiosa para tus hijos, ¿le creerías a primera instancia?

II.

El otro día, navegando por las redes sociales, me encontré una increíble variedad de mensajes satanizando alimentos como la leche, el huevo, la carne roja o los vegetales no orgánicos; mi impulso emocional, evidentemente, fue el de erradicar estos alimentos de mi dieta. Nuestra tendencia frente esta especie de bombardeo es hacer caso de la alarma, sin el menor cuestionamiento, e ir sustrayendo alimentos de nuestra despensa sin mayor fundamento que un rumor, o en ocasiones, de una presunta investigación con resultados poco concluyentes, pero ¿qué tan atinado es tomar decisiones así tan a la ligera?

Por cada alimento que yo me comprometo a dejar de consumir, entro en riesgo de generarme una nueva carencia vitamínica o de minerales, o simplemente de no alcanzar el total de mi ingesta diaria de energía para funcionar como necesito.

La elección de mermar de este modo mi alimentación, no es responsabilidad de las grandes cadenas comerciales: cuando elijo seguir modas en cuanto a nutrición refiere, sin informarme o investigar más allá de un comentario en mi muro de Facebook, la responsabilidad va a ser toda mía, al igual que las consecuencias de esa decisión.

Una buena dieta tiene tres estándares que deben seguirse religiosamente: debe ser variada, equilibrada y suficiente.

¡Ah!, y sabrosa.

Una dieta variada tiene diariamente verduras y frutas, posiblemente algún cereal y seguramente alimentos de origen animal, varios litros de agua y etcétera. Existen alimentos que conviene consumir en proporciones mínimas o nulas, como el alcohol o los refrescos. Para abundar en esto, no hay cosa mejor que preguntarle directamente a un especialista en nutrición o al menos, leerse un libro serio acerca de esto. A mí me gusta la colección de libros para Dummies, ¿los conoces?

Una buena dieta equilibra en buena proporción la cantidad de proteínas, carbohidratos y grasas, además de las vitaminas y los minerales; no es que debamos ingerir cada uno de esos nutrientes por partes iguales, un nutriólogo te explicaría que los buenos carbohidratos debieran abundar por encima de las grasas, y probablemente las proteínas habrían de ser proporcionalmente menos, por decir algo. Lo cierto es que cada persona tenemos requerimientos nutricionales distintos según nuestra actividad diaria, edad, sexo, peso y etcétera.

Finalmente, una dieta suficiente es esa que no te deja con hambre, o dicho de otro modo, si la dieta que manejas te genera fatiga, dolor de cabeza, o hasta mareos y dificultad para concentrarte, probablemente ni es suficiente, ni es una buena dieta. Las dietas para bajar de peso, cuando están bien diseñadas, van reduciendo lo que comes de poquito en poquito para que no te malpases, no sea que por bajar de peso te generes otros problemas en tu salud, o disminuya tu rendimiento en tus labores.

Por eso, si decides seguir una dieta paleolítica, vegetariana o hiperprotéica, asesórate suficientemente, porque al final se trata de tu salud, y una alimentación incorrecta puede generar en nuestro organismo problemas permanentes, no lo tomes a la ligera. La gran ironía es que por el afán de mantener una alimentación “correcta”, estamos cometiendo importantes errores en nuestra nutrición. Bien dicen que con la buena fe no basta, si te preocupa cómo comes, dedica un poquito más de tu tiempo a algo que es tan relevante en tu vida.

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