Incitar al miedo es muy sencillo. Tenemos, de hecho, un órgano especializado en generar el miedo y alimentarlo en el centro de nuestro Sistema Límbico: la amígdala.

Cuando el miedo es desproporcionado, nuestra capacidad para sentir empatía se reduce, se nos dificulta tomar decisiones de manera estratégica, nos volvemos evidentemente mas defensivas o defensivos, y somos, en la mayoría de los casos, infinitamente más manipulables.
Entramos en la modalidad “ataque / huida / bloqueo”.
En este instante, con un poco de mala suerte, habrá alguien por ahí a quien le gustaría que sintieras miedo, mucho miedo para obtener de ti lo que de otra manera no tendrías la disposición de dar.
¿Quién?, pregúntate quien te ha hecho sentir directa o indirectamente alguna amenaza.
¿Quién cerca de ti, necesita que sientas miedo?
En realidad no importa. Puede ser tu pareja que ha amenazado con dejarte, o un grupo político que pretende atentar contra tu estilo de vida; lo realmente importante es qué demandas tú de tus propias emociones, y si estás dispuesto o dispuesta a delegar la autonomía que tienes en ellas.
Sí, el miedo mal afrontado, te arrebata tu autonomía emocional y se lo otrorga a alguien más.
Por eso, en caso de miedo, regresa a tu centro e ignora la amenaza si no es inmediata; identifica tu propia fortaleza, tus recursos; conecta con lo que hace de ti una persona resistente (resiliente), y revisa tus estrategias de vida. Sirve de mucho, practicar cotidianamente rituales saludables, de los que alimentan tu nidentidad, y reafirma tus vínculos con las personas que sostienen contigo relaciones constructivas.
El ser humano puede siempre elegir, qué actitud tener ante cualquier situación que enfrenta, eso lo dijo Viktor Frankl. Y él estuvo en un campo de concentración.
¿Cuál es la actitud emocional que eliges para ti?