Psicología + Nutrición

Enfermedad & Discriminación

La voz de Susan Sontag aun es acertada: tenemos una opinión muy primitiva y generalizada acerca de la enfermedad… ¿qué significa estar enfermo?

Cuando alguien nos dice que tiene gripa, lo que solemos contestar es: “¡ya ves!, por no usar chamarra”, o bien “ándale, pero no tomas vitamina C”, o qué tal “pero ahí vas, y te las tomas frías”.

Total, que si alguien se agripa, es por culpa propia, pues algo malo o inadecuado, habrá hecho.

Cuando sabemos que a alguien le dio cáncer, lo que pensamos es que la persona “ha de ser muy corajuda”, o que “eso pasa por guardarse los rencores”; pero no se nos ocurre que la enfermedad forma parte de la vida, y que enfermarse, es algo que sucede porque existimos bajo la exposición a bacterias, virus, tóxicos, radicales libres, priones y accidentes.

No es un merecimiento ni un castigo divino, es simplemente, algo que pasa.

En nuestra época actual, ya más que instalada en el s. XXI, la enfermedad todavía nos está significando ese castigo moral, y por ende, en muchos casos, nos damos permiso de hacer a un lado la empatía y la solidaridad con la persona enferma, porque no consideramos las implicaciones fisiológicas de la enfermedad, sino que nos distraemos con estas creencias que la vinculan con una c ategoria moral.

No, no moral, “moralista”.

Muchas personas con condiciones clínicas importantes, ven oscilar su autoconcepto como un péndulo entre lo bueno y lo malo: ¿porqué a mi?, ¿qué he hecho yo para merecer esto?, ¿qué será de mí cuando los demás sepan lo que tengo?

Susan Sontag fue una periodista que nació en 1933 y encaró el cancer cuando le ocurrió a los 43 años. Ella fué una mujer habituada a destacar por su inteligencia, sentido del humor y talento destacable, pero cuando enfermó de cáncer, ante las personas a su alrededor, ella dejó de ser la mujer admirable para volverse alguien genérico con cáncer.

Esto la llevó a cuestionarse lo que el cáncer significaba para las personas en nuestra sociedad, y del cómo la identidad de alguien, se pierde detrás de un padecimiento. Entonces Susan, la periodista, escribió “La Enfermedad y sus Metáforas”, donde retrata su experiencia persona y sus lúcidas reflexiones acerca de estos significados que le damos a las enfermedades.

En este libro, repasa por ejemplo, la absurda creencia propia del Romanticismo, que en el s. XIX, vinculaba a la tuberculosis con un espontáneo talento que a las personas se les despertaba hacia la poesía y otras artes estéticas. La periodista plantea un análisis que va desde aquellas épocas en que se beatificaban las enfermedades, a nuestra época moderna, en que la enfermedad es una vergüenza, un castigo y un criterio moralista.

Por supuesto que entrados los años ochenta, en siguientes reediciones del libro, Susan Sontag actualizó el texto añadiendo el análisis de “El SIDA y sus Metáforas”.

El punto de Sontag, es que las enfermedades suceden, y no hay una verdadera razón por la que deban o no sucederte a ti, o a mí; y ¿porqué no habrían de sucedernos?, alguien tendría que enfermarse. Es innegable que existen eficientes estrategias para el cuidado de nuestra salud, algunas de ellas son sabiduría de las abuelas, que no por ser conocimientos populares, los vamos a menospreciar, y algunas otras provienen del rigor científico,. que no por científicas, van a ser infalibles.

Pero cuando te toca enfermarte, ni poniendo a San Antonio de cabeza, vas a salvarte.

Una persona sana, experimentará la enfermedad en sus versiones más leves; una persona con su salud ya previamente deteriorada, puede ver muchas complicaciones en una enfermedad que para otras personas sería más llevadera. Así se relaciona una enfermedad con la salud de alguien; pero con lo que sin duda no está relacionada, es con la moralidad de esa persona, con si es corajuda, necia, buena gente o medio psicópata.

Bacterias, virus, tóxicos, radicales libres, priones y accidentes no discriminan al momento de interrumpir nuestra salud; quienes discriminamos, somos las personas, y combiene mucho recordar que frente a una persona enferma, lo que conviene es la empatía, no los juicios morales.

Ya sea porque es un saludable y oportuno acto de humanidad, o ya sea porque el día de mañana, esa persona enferma, puedes ser tu.

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