Uncategorized

El desafío de Oppenheimer

Esta película se centra en un personaje histórico y trágico: el estudioso de la física Robert Oppenheimer, que gozaba de un intelecto sobresaliente. La producción nos muestra un hombre de ciencia seductor y gustoso de obtener reconocimiento, carismático y de un liderazgo sólido, del que no entrevé su propio potencial, sino ya avanzado el guión.

Históricamente, Oppenheimer fue efectivamente un profesor destacable, científico elocuente que convertía a sus alumnos en rotundos enamorados de la física.

Se decía que tenerlo de profesor, te encaminaba a destacar como un científico que tarde o temprano ganaría algún tipo de galardón, un Nobel, por ejemplo.

Esto entrañaba una gran ironía, puesto que mientras su salón de clases fue un semillero de talento científico, él mismo, no había destacado por ningún logro en particular.

Pero entonces: el Proyecto Manhattan.

Einstein se enteró que Alemania había iniciado la investigación para el desarrollo de una bomba atómica, y se lo comunicó prontamente al presidente Roosevelt, quién dio el banderazo para el desarrollo de un arma equivalente en Estados Unidos.

El desafío no era encontrar los cerebros para este ambicioso proyecto, ya que Estados Unidos era destino de muchas mentes brillantes que abandonan sus países en Europa y Asia debido al hostil clima político, cada vez más enrarecido. No, el desafío era lograr que todos esos científicos pudieran hacer equipo y trabajar en sinergia.

Necesitaban el liderazgo de alguien que fuera bueno explicando ideas, seductor, carismático y dominara los conocimientos en física.

¿Conocemos alguien así?

Christopher Nolan retrata en Oppenheimer, a un personaje de rasgos narcisistas, que aunque posee una brújula moral que constantemente le arroja red flags a la cara, su misma ambición y necesidad de reconocimiento, le vuelven sordo a cualquiera de los cuestionamientos que le confrontan con que él, en realidad, está desarrollando un arma de destrucción masiva.

El desarrollo de este personaje protagónico está narrado a detalle: desde su proceso de autodescubrimiento, su ambición y su evidente disfrute de la influencia y poder embriagadores que va acumulando, hasta el momento en que la realidad lo confronta y le hace ver que el proyecto en el que ha contribuido, le convierte en “Muerte, el destructor de mundos”.

Es interesante cómo, mediante narrativas visuales, el director expone en pantalla el modo en que el científico concibe el mundo a través de sus conocimientos en física, como una metáfora sostenida de los eventos clímax que experimenta; mismo recurso, con el que igual, nos muestra la manera en que se distorsionan las percepciones de este hombre, a según del cómo encara el mundo desde la culpa. Así, nos da oportunidad de introducirnos en la hiperactiva mente de Robert Oppenheimer.

Por supuesto, no sin algunas notas de epicidad, a veces grandilocuentes, tan propias del director.

Nolan se involucra con esta producción, al grado de buscar una experiencia visual casi perfecta a través del formato IMAX de 70 mm, para lo cual desarrolló una manera de plasmar imágenes en colores blancos y negros puros, que no son propios de este formato.

Esto tiene un valor especial, porque el director se comprometió a no utilizar CGI en la producción.

O sea, si hay CGI, pero poquito.

Lo anterior se debe a que la película tiene escenas en blanco y negro [Fusión]. Para el director era importante hacer notorio cuáles escenas están fundamentadas en archivos fidedignos, y esas son las escenas que aparecen en blanco y negro a lo largo de la película. Las secuencias a color en cambio, surgen de una mayor libertad creativa para el guión [Fisión].

Esto podría hacer pensar que la trama ofrece mucha información al espectador, durante las tres horas que dura la película; y tal percepción es absolutamente y exhaustivamente correcta. Por eso, a la mayoría nos puede parecer cansada en algunas partes, particularmente durante el segundo acto, pero no deja de ser lo suficientemente interesante como para impedirte “descansar los ojos” por cinco minutos.

El tiempo dentro de la película no es lineal, dado que se fragmenta en tres continuidades que te cuentan un thriller científico que da seguimiento al desarrollo de la bomba, otro más que es un entuerto legal, y un tercero que desenreda el conflicto político. Es importante que no parpadees, porque las tres narraciones están entrelazadas y aportan mucha información; e insisto, cada cual a su manera, es interesante.

Pero para que no caigas en los brazos de Morfeo, Christopher Nolan ha incluido una banda sonora que sabe introducirte en la tensión, y sabe cuando sacarte de ella; y aunque no hay por supuesto, una canción que se convierta en el jingle característico de la película, la música sabe acompañar el guión, sin arrebatarle protagonismo, ni distraerte de la historia que te están contando.

No hace falta decir que las actuaciones están espectaculares, y la lluvia de cameos va a hacerte sentir que estás viendo un especial de navidad de Hollywood.

Sin embargo, la eterna crítica a Christopher Nolan se mantiene, porque como se hace evidente en producciones como Tenet, Interestelar, Iception o Memento, entre otras, a este director no se le da bien dirigir a mujeres o escribir personajes femeninos, por lo que en Oppenheimer, el personaje femenino mejor logrado, es esa gran mujer que siempre va a estar atrás del gran hombre que pretende ser Oppenheimer.

Por lo demás, aparentemente en la narrativa de Nolan, para el Proyecto Manhattan no hubo una sola mujer relevante, que aportara con sus conocimientos científicos, algo de utilidad durante el desarrollo de la bomba atómica.

Esto es un error histórico, que tal vez debamos achacarlo al “Prometeo americano”, libro en el que la película está basada y que llegó a las manos del director, cuando durante el rodaje de Tenet, Robert Pattinson tuvo a bien regalárselo.

La mayor parte del tiempo, Oppenheimer es una película disfrutable que tiene que verse en formato IMAX. Eventualmente, será considerada con toda probabilidad, una película de culto que va a ser referente para muchas conversaciones cinéfilas. Vale la pena mantener en la mira a Nolan, y ver qué nuevas producciones desarrollará, desde esta libertad creativa, que le da este reconocimiento que ha consolidado.

Por lo que a mi respecta, no me molestaría que regresara un poco a lo básico, como lo fue en su momento Memento, o lo genuinamente épico, como Inception. Pero esto pertenece al terreno de los gustos y más profundas subjetividades.

En otro orden de ideas, esta película retrata la figura y los efectos de un buen liderazgo en el desarrollo de un proyecto: no es necesario que quien está a la cabeza de un equipo, posea cada una de las habilidades necesarias para la consecución de tal proyecto, lo que se necesita, es una o un líder que mantenga a cada persona involucrada y al tanto de su relevancia en la cadena de logros.

Como se verá en la película, efectivamente, Oppenheimer no necesita ser un experto en cada área del Proyecto Manhattan, lo que necesita es saber mantener motivado, cohesionado y enfocado a su equipo. No es un desafío de habilidades técnicas, sino un reto de competencias blandas.

Y finalmente, como el guión lo va a presentando, el potencial de liderazgo en el protagonista, se vuelve más agudo y preciso, conforme el personaje va haciéndose consciente de sus propias capacidades e influencia.

Podemos quedarnos con este aprendizaje, o bien, podemos aprender que, no porque nos inviten a participar en un buen proyecto, hemos de sentir la obligación de aceptarlo; particularmente, si el proyecto consiste en desarrollar un arma de destrucción masiva.

Standard