Imagina que en una galaxia muy, muy distante; al seno de una cultura que sólo por coincidencia se parece un poco a la nuestra, hay hombres que son adoctrinados para mostrar una inquebrantable fortaleza… porque eso es lo que define la masculinidad entre ellos; e igualmente, se les condiciona a que ser masculinos, implica mostrarse implacables y recios ante cualquier evidencia de fragilidad.

Algunas veces, estos hombres tienen hijos… ya sabes: diminutos humanitos que la mitad de las veces salen niños y en la otra mitad, en realidad poquito más de la mitad, resultan niñas.
Casual.
Cuando un adulto que ha sido entrenado en proyectar esa fuerza cruel e inquebrantable frente a cualquier circunstancia, se descubre como padre de un hombre nuevecito, recién nacido, puede encontrarse con severos obstáculos para conectar con la fragilidad de su hijo; el cual, siendo hombrecito, ya debiera, a según de este imaginario, proyectar desde el primer minuto, la fuerza correspondiente a lo que viene siendo un hombre de verdad (lo que sea que esto signifique).
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