Pienso. ¿En que medida somos libres dentro de nuestras cabezas?

Las ideas con las que hoy jugamos a razonar y argumentar, el conjunto completo de nuestros modelos mentales, son vetustos restos fósiles de antiguos discursos que todavía hoy nos definen.
Si, tus ideas son mas viejas que tu.
“La gente no cambia”, sentencia la misma gente, como si de una verdad universal se tratara; pero es simplemente que todavía nos dejamos convencer por el viejo Parménides de Elea, quien ya está más que muerto, pero sus ideas continúan echando raíces en nuestro cerebro. Por eso, a media intoxicación del poema que este griego escribió, heredamos la certidumbre de que es imposible el cambio, y todo cuando parece cambiar, en realidad permanece lo mismo, más allá de las apariencias.
Entonces, con Parménides masticándote las ideas, te desconciertas cuando las cosas, las situaciones y las relaciones llegan a su fin, y te aferras a que todo lo que parece haber cambiado, es simplemente apariencia. Nos resistimos al cambio y pretendemos ir en contra del flujo de los eventos, porque este caballero de barba larga, nos da todas las justificaciones para aferrarnos y no soltar.
Luego, viene el tema de las expectativas: “yo no debería llorar, porque los hombres no lloran”, “las señoritas no se enojan, ni levantan la voz”, “esto no debería pasarme a mi, que soy tan bueno”, y síguete a lo largo de un interminable etcétera pavimentado de frustración contínua, tropezando con expectativas inalcanzables para ti o cualquier otro ser humano.
El culpable ahora es Aristóteles y sus metafísicas (y no me refiero a la “Metafísica 4 en 1” que comprabas en la librería de Sanborns), que aún, dos mil años después, nos mantiene bajo el convencimiento de que tienes la obligación de encarnar el “ideal” de las cosas: el “ideal de hombre”, el “ideal de mujer”, y de ingeniera, y de enfermero, y de mexicano o lo que sea.
Y ni que decir, acerca del “vaya usted a saber quién rayos estableció qué es lo ideal y que no, ¿correcto?”; pues así las cosas.
Intoxicarte de Parménides te vuelve intolerante al cambio, y casarte con el discurso de Aristóteles, te convierte en una persona perfeccionista que vivirá frustrada por no estornudar de la manera ideal. Si quieres pelearte con alguien porque te vieron la cara, ve a los textos de cualquiera de ellos y ponte a discutir sabroso, que seguramente deconstruyes en el proceso algunas ideas rancias, que no van bien para la gente y la sociedad que somos en el siglo XXI.
Con Parménides esta fácil, dado que fué un sofista que solamente escribió un poema, y después se dedicó a vivir cómodamente de su “one hit wonder”.
Si luego de esto, te quedan ganas de más discuciones filosóficas, te invitaré entonces a que te des una vuelta por los textos de Descartes, y le preguntes al tal René porqué era que se creía tanto, nada más por ser tan inteligente. Luego ahí, anda uno queriendo saberlo todo, entenderlo todo, sin darle tregua a la incertidumbre.
Es en parte, culpa de Descartes que ahora seamos tan cerebrales, racionalizando todo lo que hacemos y buscandole tres pies al gato. Por este tipo de premisas, despreciamos lo que interpretamos como “falta de inteligencia”, y le tenemos pavor a parecer gente estúpida.
El pensamiento de Descartes, pretendía utilizar la razón para acceder a Dios o “la Verdad”, así, con letra capital, porque en su momento histórico, la verdad podía ser un ente epistemológico universal y ajeno a toda circunstancia y época. Suerte con eso, si también tu discutes por “la verdad” detrás de tus conflictos de pareja, o te frustras porque las personas no aceptan lo innegable y evidente que es tu “verdad”, que para ti es tan tremendamente clara.
No seas como Descartes.
Ya ves, uno que pensaba que no sabía nada de filosofía, y ahora resulta que tienes que irte a comer un pollito con hombres muertos, que te han convencido con sus premisas filosóficas. ¿Habrá mujeres filósofas que igual, sembraran sus pensamientos para germinarlos entre tus creencias?
Del último que te platico es de Platón, para que identifiques de dónde salieron películas como Matrix, Dark City, Truman Show, Inception, Fight Club, Vanilla Sky, Waking Life, Donnie Darko, The Fountain, Enter the Void, Mulholland Drive, Dark Swan, Interestelar y otras, ¿ubicas el género?
Para este muchacho apodado Platón por los bullys de su colegio, somos prisioneros encadenados y atrapados en una caverna, en cuya profundidad se proyectan sombras que creemos que son la realidad; pero la realidad real, está detras de los prisioneros, proyectando simples sombras que para ellos es el todo. Para él, la realidad es una ilusión que solamente unas pocas personas iluminadas, pueden discernir.
El resto, que no estamos iluminados, estamos bien mensos, por supuesto.
¿Pero que tal que Platón estuviera sobredimensionando un poquito la incertidumbre de existir, y que en lealidad, la realidad que te envuelve, es lo suficientemente real para vivir en plenitud?; ¿qué tal que en una de esas, la realidad es real, independientemente de si tomamos la píldora azul o la píldora roja?
Probablemente, la realidad es esa estructura de percepciones, creencias, sesgos cognitivos y conjeturas a la que le damos mantenimiento permanente a través de las cosas que decimos de ella. ¿Qué tal que lña realidad es una construcción narrativa, que constantemente estamos construyendo y deconstruyendo y reconstruyendo de vuelta, de manera inagotable en tanto nos relacionamos con ella?
Esto puede que te haga sentido, particularmente en nuestra época, en la que tanto y tantas veces se menciona a las narrativas y a quienes se adueñan de la narrativa de tal o cual acontecimiento político o social. A la suma de narrativas que te cuentas, y que me cuento, las que compartimos y nos vamos contando, es a lo que llamamos “realidad”.
Al final, tal vez, la realidad sea un consenso.
Nuestra realidad es una construcción lingüística que se nutre de la capacidad que tienen las personas de construir conceptos y utilizar palabras; por eso, las personas que se exponen a narrativas, historias, conceptos y constructos teóricos, experimentan realidades más flexibles y dinámicas. Quienes no cuentan con un acervo nutrido de palabras y conceptos, experimentan realidades más sofocantes e inflexibles.

Por eso te insinuaba yo, unos párrafos arriba, que “La Verdad” no puede ser única e inmutable, universal y estática, con perdón de don Descartes, porque obedece a las narraciones que en tiempo real, nos vamos contando. Por eso resulta que Plutón ya no es planeta, y que los estados de la materia ya son más de tres; lo que otrora fuera la verdad, hoy ha perdido su vigencia. Las narrativas científicas van cambiando.
Y si la verdad científica cambia, y si las narrativas son tesis que se contraponen con antítesis que las descartan, niegan o actualizan, y acaban siendo síntesis de las narrativas que chocaron entre si, para formar nuevas tesis que enfrentarán a sus antítesis, y así, en un eterno proceso dialéctico que define nuestra realidad en turno, entonces, ¿de veras vas tu a ponerte a necear, argumentando que eres tu quien tiene “La Verdad”?
No te canses, la realidad la construimos en conjunto, y todo el mundo va a colaborar para establecer los criterios de lo que es real y lo que no, de lo que se vale y lo que es ideal, o de lo que no. No aspires a ser tu, quien defina la realidad mediante un solo argumento contundente, que deje a todo el mundo perplejo.
No seas como Platón.
Aquí no se trata de andarnos perplejeando, sino de conversar, de mantener discuciones constructivas, para construir una red con las mejores narrativas posibles; y hacer de esa red, la mejor de las realidades para el momento histórico en el que estamos.