Me encantaría saber si también les sucede a ustedes: a mi me ocurre que encuentro mil veces más pesado no hacer todo cuanto dejo pendiente, que hacer una pausa para ponerme al corriente con la tarea que sea, que voy arrastrando.

Las deudas conmigo me arruinan la espalda y se roban mi energía.
Todo cuanto debo hacer, o cuanto quiero pero que una y otra vez postergo, son una fuga y desgaste de mi atención que no les pierde de vista. Un paquete de cookies permanentemente ocupadas en el software de mi consciencia, restándome espacio y memoria en disco.
Al menos en mi caso; pienso que de vez en cuando, vale la pena bajarme del mundo y dedicarle un día a mis pendientes, para volver al trajín mucho más ligero.
El problema es que a veces me habitúo tanto a arrastrar deudas conmigo, que envueltas por el polvo del camino, comienzan a volverse indiferenciadas entre si.
Todas parecen igual de urgentes, todas igual de importantes.
Quizá nunca está de más una lista de “Things to Do”, para no perder la cuenta de esos pendientes que arrastro.
E irlos, claro, progresivamente resolviendo.