Para no equivocarnos, no te bases en que hay que tratar a las demás personas, como a ti te gusta que te traten; mejor trata a los demás como a ellas y a ellos les gustaría ser tratados.

¿Cómo, así?
Pues resulta que no todas las personas definimos igual el trato digno y el respeto; ni queremos lo mismo ni necesitamos ser amadas o amados exactamente de la misma manera que el resto de la gente. Cada quien valora distintas muestras de atención y de cariño, a partir de sus gustos personales, su experiencia de vida, creencias, y así.
Si tu amas los chocolates en forma de corazoncito, nadie tiene la obligación de agradecerte que le retaques su escritorio con ellos, cada 14 de febrero.
Quien ama recibir chocolates eres tu, encargate de que el resto de la gente lo sepa; y busca conocer que aman recibir las personas que tienes a tu alrededor.
Ejercita tu curiosidad y aabre tus sentidos para conocer como a cada quién le gusta ser tratada o tratado, aunque no necesariamente lo compartas o tenga sentido para ti; y si tus sentidos no bastan, recurre a esa ancestral y milenaria técnica conocida como: “ve, y pregúntale”.
Y ya que te enteres cómo esa persona quiere ser tratada, cómo define el respeto para ella misma y lo que espera de su interacción contigo, y ademas coincide con que te es propicio hacerlo, entonces sientete libre de cultivar esa relación.
Pero no te olvides, en absoluta reciprocidad, permitirle conocer cual es la manera en la que a ti te gusta que te traten.