Dice Jorge Bucay en su libro “El Camino a la Autodependencia”, que todas las personas tenemos la necesidad de ser relevantes y formar parte significativa de la vida de las demás, pero no siempre sale sencillo establecer ese vínculo.

Bucay habla de varias alternativas a las que recurrimos, que son sucedáneos del cariño que debiera ser, la materia prima de ese vínculo afectivo. Pero no siempre logramos que esa persona con quien queremos vincularnos, nos ame.
Entonces, si no logro que esa persona me ame, buscaré que me necesite, porque desde la necesidad, esa persona será incapáz de elegir libremente desapegarse de mí. Si me necesita, si le soy indispensable, le arrebato la libre elección de no incorporarme a su vida.
Bien sabemos que la dependencia emocional es un sucedáneo del cariño, pero cuando realmente me he convencido de que necesito de esa persona, entonces procuraré que el o ella me necesite de vuelta y en la misma medida.
Pero si no consigo que esa persona me ame, y tampoco logro que me necesite, entonces buscaré el modo de que me tenga lástima. Y no ha mejor manera de causar lástima y generar el sentimiento de culpa en alguien, que a través del chantaje emocional; porque la fe mueve montañas, es verdad, pero la culpa mueve continentes enteros.
A través de la lástima, consigo que el coste de sacarme de su vida, le sea a esa persona muy alto, porque rechazarme le ocasionará sentimientos de culpa que probablemente preferirá evitar.
Pero aún hay más, porque si no logro que esa persona me ame, si no consigo que me necesite, ni alcanzo a causarle lástima, entonces buscaré que se enoje conmigo, hasta odiarme, porque como dice una canción “odio quiero más que indiferencia”.
Y es que la necesidad que he alimentado, es que yo le importe a esa persona; así que estrictamente, lo mismo da si me ama o me odia, con tal que me tenga entre sus pensamientos, hable de mi y me considere al tomar decisiones.
Finalmente, si no consigo que esa persona me ame, si no logro que dependa de mi, ni obtengo su lástima, pero tampoco llega a odiarme, entonces le apostaré a que me tenga miedo.
Probablemente esta alternativa te parezca un poco extrema, tu que porbablemente tienes la suficiente salud emocional para poder desapegarte de una relación que no es saludable, pero imagina por un instante a esas personas que le dicen a su pareja romantica: “nada más me entero que te andas viendo con otras personas, y entonces si, vas a saber quien soy yo”, o bien, tienes aquél “no, por supuesto que si lo nuestro no funciona, no vuelves a verme; porque te sales de mi vida y se va al badajo todo lo que hemos construido”.
Ya sabes, “ay de ti, si te atreves a dejarme”.
El verdadero problema detrás de esta escalada descendente, es que los sucedáneos del cariño promueven relaciónes asimétricas de control, porque mediante la necesidad, el chantaje y la agresión, le restamos libertad de decisión a la otra persona. Eso nos da una falsa certeza de estabilidad afectiva, pero todo lo que hay es el sometimiento a una persona que se va a escapar a la menor provocación, de las emociones negativas que le provocamos.
La única forma de tener una relación romántica o fraternal saludable, es a través de los equivalentes del amor: el cariño, el afecto, la ternura. A través de ellos, las emociones son positivas y fluyen de ida y vuelta, provocando crecimiento y bienestar en todas las personas involucradas.
Ahora, creo que como te he contado la situación, pareciera que ya he intentado buscar el vínculo con esa apersona, y he fracasado en mi intento, lo que me lleva a esfuerzos más primitivos y oscuros. Pero no necesariamente he probado primero una relación saludable.
Tristemente, lo que suele suceder, es que desde el comienzo, quizá yo me siento poca cosa, o creo que no soy suceptible de ser amado; puede ser que no he consolidado un autoconcepto lo suficientemente valioso y le tengo una terrible resistencia a afrontar un rechazo. Por eso, ni siquiera me voy a dar la oportunidad de buscar ser querido.
Pongamos que desde el comienzo, desde que le he hechado el ojo a esa persona, ya he empezado con una actitud servicial. Pongamos que he platicado con el o con ella para conocer sus gustos y necesidades, y una vez tengo esa información, iniciará mi campaña de dádivas y favores.
¿Reparamos en lo cansado que puede ser obligarme a ser tan servicial?; y no nos confundamos con generosidad o vocación de servicio, esto claramente es dependencia emocional, y lo sabemos por la profunda ansiedad que acompaña nuestros esfuerzos.
Por eludir la frustración o el miedo al rechazo, nos sumergimos voluntariamente en la ansiedad. ¿No sería más sencillo arriesgarnos a buscar el cariño como lo nharpia una niña de 5 años?; imagina: “Hola, ¿quieres ser mi amigo?”
Nos envuelve una crisis social de soledad, las personas andamos necesitadas de conecciones significativas; deja de mirarte la punta de los zapatos, y ve identificando que no eres la única persona aquí que quiere conectar. Mejor, si sientes identificación fraterna o romántica con alguien, apuesta a que esa persona tiene las mismas necesidades que tu (algo altamente probable), y clávate derecho a proponerle una amista, o algún tipo de experiencias que faciliten la construcción de un vínculo.
Si esto te parece rocket science, entonces checate cómo andas de tu autoconcepto.
Una pista: siempre es una mala señal, que alguien te guste más de lo que te gustas a ti mismo, o a ti misma.
Aguas.