Muchas de nuestras conductas son patrones atomáticos, repetitivos y a veces cíclicos, unas conductas nos atañen simplemente a quienes las ejecutamos, y otras involucran también a las personas que se relacionan con nosotros. Algunas de estas conductas automáticas cíclucas, provocan violencia dentro de la pareja.

Específicamente, la violencia es un patrón de conductas que cumple con los patrones del párrafo anterior, pero más que suceder en ciclos homogéneos, se va más bien, desarrollando en una espiral que cotidiana estrecha sus espirales cada vez más. Como la serpiente Ka, en el “Libro de la Selva”.
Para entender esto último, combiene leer la novela de Rudyard Kipling; pero además, debemos entender cómo, la violencia en la pareja tiene dos fases que se suceden repetidamente.
Imaginemos que quien está promoviendo la violencia en mi relación de pareja, soy yo mismo:
Fase 1: Cuando empezamos, soy encantador para seducirte, atraparte y ganarme tu confianza. Juego a complacerte, me convierto en ese hombre protector, divertido y romántico que siempre quisiste a tu lado. Mi intención es tenerte aquí, muy cerca de mis afectos y estimulando mis emociones.
Fase 2: Sucede que tenerte tan emocionalmente cerca, me es perturbador porque no he aprendido cómo es tener a alguien tan cerca de mi núcleo emocional, el centro de mi vulnerabilidad emocional; por eso voy a pretender ignorarte para tejer una separación entre tu y yo, pero como no será suficiente, eventualmente pasaré a descalificarte y agredirte, provocando que enmocionalmente, te apartes un poco de mi.
He empezado a sentir tu cercanía, como una amenaza emocional que no se gestionar construtivamente, así que te aparto, erosionando nuestro vínculo.
Fase 1: Pero sucede que te apartas de mi porque no te gusta que te lastimen, y la distancia que tomas, me lastima en mi soledad y mi sentido de pertenencia, así que volveré a ser encantador, y te regalaré flores y me disculparé; te haré ver que no soy mala persona, es solo que “me desesperas, pero en el fondo te amo”.
Te convenzo con un montón de miel, tu vuelves a aproximarte, y entonces nos pasamos de nueva cuenta a la Fase 2.
Fase 2: Otra vez ya me siento invadido y necesito hacer cosas para que seas tu, quien elija tomar distancia emocional de mi: no seré asertivo (porque emocionalmente estoy todo menso) y no hare distancia emocional yo. Necesito que seas tu qiuen se aparte, para que si llega el momento en que alguien aquí deba ser el malo de la película, ese papel no vaya a tocarme a mi.
A este punto, lo que debes hacer es efectivamente, tomar distancia emocional y alejarte, y alejarte, y alejarte, y hasta la vista cocodrilo. Una relación con este formato de acordeón, no suele llevar a nungún lugar donde convenga depositar tus emociones. Aléjate, y ya luego sanas tu duelo.
Si no te marchas todavía, le damos otra vuelta a la espiral.
Fase 1: Me hace feliz que decidieras volver, pero la felicidad me durará poco, porque mi individualismo tóxico desata en mi, la intolerancia cada vez más pronto; realmente anhelo mucho consolidar una relación de pareja, pero anhelo más sobreproteger la fragilidad extrema que le atribuyo a mis emociones. Por supuesto que nadie es tan frágil emocionalmente, pero yo me he contado el cuento de que por dentro, hestoy hecho de cristal, y debo protegerme.
Y portegiendome, y sobreprotegiendome, tu te conviertes en mi oponente a vencer, y te declararé la guerra por atentar contra mi frágil núcleo emocional, que aunque yo mismo soy un adulto, no he tenido la atención de madurarlo, para que deje de ser el centro emocional de un niño de 8 años.
Cada ocasión en que entremos a Fase 2, seré cada vez más violento emocionalmente, y en cada Fase 1, sere aún más seductor para compenzar; en cada giro de la espiral, tu te cuestionarás mandarme a la changada, pero quizá elijas no hacerlo, porque si esperas un poco, entraremos de nuevo en la luna de miel y el fabuloso sexo de reconciliación de la próxima Fase 1.
Pero es un mal negocio, ya te lo digo.
Las hermosas Fase 1 van mitigándose y durando cada vez menos, y las terroríficas Fase 2, serán más hirientes y duraderas; llegará el momento en que la relación sea 99% pura Fase 2, con algún respiro esporádico de reconciliación.
En México, se calcula un promedio de 7, las veces que una mujer trata de salirse de una relación heterosexual así, y suele ser a la octava, cuando lo consigue. En relaciones homoeróticas, los intentos de salida y abandono son menos, porque ellos o ellas, no suelen ser tan dependientes financieramente de su pareja o cónyuge.
Porque siendo realistas, una mujer puede identificar que ésta es una relación de la que debe salirse o escapar, pero en esquema social actual, ella es muy dependiente en más de él, en más de un sentido, y no es libre de tomar abiertamente las decisiones que más le convienen.
Y si tiene hijas e hijos, el desafío se multiplica por 100.
Quienes miran desde afuera este tipo de dinámicas de (dis)pareja, reciben con frustración los intentos de abandonar la relación, que son seguidos de arrepentimientos, reconciliaciones, lunas de miel, y eventualmente, otra vuelta de tuerca al ciclo de la violencia. Pero normalmente desconocemos que así funciona, y que eso es lo esperable.
Abandonar una relación así, es muy complejo, y la persona cuyas emociones están atrapadas en esa red, va captando atisbos de su realidad por fragmentos, hasta que un día, quizá después de 7 intentos, junta el panorama completo. Solo entonces puede verdaderamente salir de ahí.
La psicoterapia, sin duda es un apoyo invaluable, pero también lo son amigos y amigas, la famlia y otros contextos sociales de los que la persona disponga.
Si a ti te toca mirar esta historia desde afuera, mantén encendida tu empatía, sabiendo que no es un porceso sencillo, y ten muy a la mano tus herramientas para la solidaridad. Tal vez no sea ésta la ocasión en que esa persona abandone su relación tóxica, quizá esta ocasión, de nuevo, sea nada más un ensayo; ten paciencia.
No te frustres.
A esa persona le hace bien saber que cuenta contigo, y eventualmente, un día, el apoyo que le proporciones, podría valer oro.
O podría valer su vida.