Esta mañana me he tropezado nuevamente con aquél “la gente no cambia” que tanto le gusta declarar a muchas personas, muchas que coincidentemente, suelen manifestar también un consistente miedo al cambio.

¿Será que negar la posibilidad de cambiar, es una manera de tranquilizarse frente a la inevitabilidad del cambio?, porque la vida es un devenir constante, y no hace falta ser Heidegger para saberlo… o saber incluso, quién rayos es Heidegger.
Tampoco es menester saber que un tal Heráclito afirmaba hace cientos de años que lo único constante en la vida es el cambio; pero eso si, no viniera Mhoni Vidente a decirte que se vienen grandes cambios, porque entonces si pones tus barbas a remojar, ¿verdad?
La gente cambia porque el mundo cambia en un universo que es cambio constante, tus células se renuevan, tus relaciones se actualizan, tus afectos se transforman… y al final, el “tu” de ahorita, cada vez se parece menos al “tu” que fuiste hace 5 años.
Para estar aquí compartiendo estas líneas contigo, yo he tenido que dejar de ser quien era yo, innumerables veces, porque solamente así podemos mantenernos vigentes en este devenir.
Entonces, si el cambio es absolutamente inevitable, si de cualquier manera vas a cambiar si o si, ¿que tal si conduces ese cambio que se dará de manera natural, en la dirección que mejor acomode a tus estrategias personales? Imagina que tienes una estrategia para ti mismo o para ti misma, imagina que has visualizado una mejor versión de ti, ¿cuál sería el cambio mínimo que te gustaría materializar para aproximarte a ese objetivo?
El principal problema que solemos tener acerca del cambio, es que no solemos hacernos cargo de él; incluso, muchas veces carecemos de un objetivo para nosotros mismos, mientras dedicamos nuestra atención y el total de nuestro involucramiento a desarrollar objetivos para los demás, o para nuestra familia, para nuestra pareja, o para nuestro trabajo, y dejamos muy poco interés y energía en plantearnos objetivos para nosotros mismos.
Si yo no tengo un objetivo hacia la mía propia persona de mí, voy a dejar que los cambios que suceden a mi alrededor vayan definiendo el modo en el que me voy transformando, llevándome aleatoriamente a cualquier lugar hacia el que rebote mi vida. A veces es un lugar suficientemente bueno y claro, a veces no.
La vida es cambio, y si no te involucres con ese devenir del cambio, entonces lo más probable es que te extravíes en el camino y termines en lugares en los que no querías estar, y relaciones en las que no querías quedarte, o con compromisos de los que preferirías escapar. ¿Te suena?
Y la verdad es que el cambio no es tan tremenda cosa, sino un proceso que se va refinando de a poquito. ¿Quieres que te platique una receta genérica para lograr tus propios cambios? Primero sácate de la manga un objetivo (que sea realista, y pueda depender de ti y no de otras personas) que defina el tipo de cambio que quieres y su grado de profundidad, y después, prepárate a ensuciarte las manos:
Entorno: el cambio más superficial por el que puedes empezar, es el que tiene que ver con tu entorno físico, tal como cambiarte de trabajo, cambiar el tipo de personas a las que frecuentas, cambiar la manera en la que vistes, o las rutas mediante las cuales sueles llegar a los lugares que te son cotidianos, cambiar los muebles de tu casa, cambiar el orden de las cosas y etc.
Conductas: una vez que has empezado a hacer cambios físicos a tu alrededor, notarás que esas modificaciones te obligan a tener conductas diferentes; por ejemplo, si has dejado el auto en casa, quizá tengas que caminar más, interactuar más con la gente, salir antes, etcétera.
A este punto es valioso detenerte a identificar las conductas nuevas que te has obligado a manifestar, a raíz de haber hecho cambios en tu entorno.
Habilidades: ya que te has permitido tener algunas conductas diferentes, detente a identificar qué habilidades nuevas has estado desarrollando a lo largo de los días en que has mantenido estos cambios (¿qué te parecen 21 días manteniendo estas conductas nuevas?).
Por ejemplo, haber dejado el auto en casa te hizo tener conductas nuevas que te han llevado a hacer más actividad física, a ejercitar más tus habilidades sociales, a organizar mejor tus tiempos, y así. Anota en algún lugar las habilidades nuevas que te vayas identificando.
Creencias: ¿ya checaste que vamos hilando los cambios como una sucesión cada vez más profunda?, pues ya que identificaste las habilidades que estás poniendo en práctica al haber generado conductas nuevas que surgieron de los cambios físicos que hiciste a tu alrededor, estás ahora en la posibilidad de notar cómo van cambiando tus creencias con las que antes definías el mundo y tu persona, esas creencias que pueden impulsarte o sabotearte, según la precisión y vigencia de su contenido.
Por ejemplo, al estar realizando mayor actividad física, puede que cambie el concepto que tenías de ti, acerca de ser una persona sedentaria a quien el ejercicio físico podría matarla, o quizás pensabas que debido a tus hábitos alimenticios jamás podrías caminar más de 5 minutos; puede ser que al utilizar los cruceros peatonales o el transporte público, descubras una cara diferente de la ciudad con la que creías que ya te habías familiarizado, pudiendo evaluar distinto las fachadas de las casas, la organización urbana, los parques, las esculturas, las fuentes; tal vez conectes distinto con las personas con las que habitualmente de toparías porque tienen el mismo recorrido que tú, y podrías empezar a sentir un vínculo con tus vecinos o con los usuarios consuetudinarios que comparten la ciudad contigo, puede que percibas a la gente a tu alrededor menos hostil de lo que te habías acostumbrado creer.
Nuestras creencias son importantes porque de ellas surgen nuestras actitudes y la mayor parte de las decisiones que tomamos, cuando nuestras creencias son negativas, probablemente tendremos actitudes defensivas o de evitación que buscando sobreprotegernos, nos llevan a vivir en cada vez mayor aislamiento y desconectados de nuestro entorno.
Identidad: Si efectivamente los cambios que hiciste a tu alrededor te condujeron a tener conductas diferentes que te permitieron descubrir habilidades nuevas que quizá ya tenías, pero por tus creencias no las habías identificado, y eso te llevó a modificar esas creencias acerca del mundo y acerca de ti, ya puedes ya profundizar un poquito más y modificar el concepto que tienes de quién eres.
Por ejemplo: puede que anteriormente al referirte a tu propia persona, dijeras que eras alguien que no estaba hecha para la actividad física y que tampoco se te daba bien esto de convivir con las demás personas; ésos eran aspectos de tu identidad que tal vez, con este proceso, hoy puedan cambiar para replantearte como una persona capaz de hacer ejercicio y sentirse bien con eso, y capaz de interactuar con las personas y conectar con ellas para agradarles y sentir simpatía hacia los demás.
¿Alguna vez te has limitado diciendo “yo no soy ese tipo de persona”?, bueno, pues es eso lo que se libera cuando profundizas el cambio a este nivel.
Vale la pena que te detengas a escribir esto en algún lado, tal vez en Tu Bitácora, algunas palabras que definen la identidad que estás construyendo a partir de los cambios que estás promoviendo en tu vida: piensa en una frase que defina quién eres ahorita, en este trocito de devenir. Que tal, para el ejemplo de dejar el auto en casa: soy una persona activa que no le teme a conocer gente nueva, porque gusta de experimentar lugares, conversaciones y experiencias enriquecedoras. ¿No te gustaría definirte de una forma similar?
Una pregunta poderosa es ¿qué tipo de persona necesitas ser, para tener el tipo de vida que anhelas?, ¿en cuál versión de ti te gustaría convertirte? Esta es una reflexión directamente conectada con tu identidad.

Propósito: ok, habiendo identificado el objetivo que te interesaba y empezando por hacer pequeños cambios a tu alrededor, has generado cambios en tus conductas que te han permitido acceder al desarrollo de tus propias habilidades que a su vez modificaron tus creencias que en conjunto, conforman tu identidad. Has ido generando cambios y reflexionando acerca de los resultados que obtienes de cada uno de ellos, para profundizar un poquito más cada vez, llevando una cadencia de acción, reflexión, acción, reflexión nuevamente…
Ya que has reflexionado acerca de la definición qué haces ahora de ti a partir de estos cambios que haz gestionado, vale la pena plantearte cuál es tu propósito. Ya sea el Gran Propósito de tu vida, como los pequeños propósitos de cualquier aspecto de tu vida.
Se vale decir que el propósito de tu vida es “procurar tener experiencias nuevas en cada momento”, puede ser “conectar con la mayor cantidad de personas para aprender de ellas y sentir en cada momento que tienes algo valioso para dar a cambio”, o puede ser “procurar una experiencia de libertad donde el apego a las cosas (como el coche) no sea un grillete”, por ejemplo.
Si te detienes a reflexionar cuál es el propósito de los pequeños elementos en tu vida, puedes plantearte tal vez, que “el propósito de un coche no es sumergirte en el sedentarismo, si no ser un recurso cuando verdaderamente lo necesites”, o qué “el propósito de vivir en una ciudad es tener oportunidad de conectar con personas interesantes”, por continuar con el ejemplo.
El valor del Propósito o los propósitos, es que brindan una orientación para las decisiones que tomamos; es una plataforma robusta desde la que construimos las elecciones que tomamos, facilitando identificar hacia que dirección deben de ir las alternativas más preferibles para nuestra estrategia de vida.
Espíritu: este es el nivel más profundo del cambio, en el que habiendo desarrollado habilidades nuevas y actualizado tus creencias para ser tu mejor versión de ti, al día de hoy, y habiendo identificado cuál es el propósito que tiene tu vida y cualquier pequeño elemento que forma parte de ella, puedes detenerte a reflexionar quién eres y hacia dónde vas, para ubicar con qué y con quienes te sientes conectado como ser humano consciente.
Entonces surge la necesidad de llevar el cambio que has construido, más allá de tus límites personales para realizar actos de #liderazgo que con respeto y empatía, promuevan el cambio trascendente a tu rededor y facilitando que otras personas cambien sus Conductas, adquieran habilidades nuevas, modifiquen sus Creencias, y vean sus Identidades florecer como en su momento, lo hizo la tuya.
Esta es la ruta del cambio profundo, planteada como una secuencia de ejercicios de acción – reflexión que te llevan hacia una transformación cada vez más autosustentable. Mientras más profundización del cambio, menos atención necesitas dedicarle, y mientras más superficial es, más depende de tu intención constante y de que no lo pierdas de vista para mantenerlo.
Esto equivale a que el cambio más superficial (el cambio centrado en tu Entorno y en las Conductas, sin arraigar en las Habilidades y las Creencias), termina a la larga, siendo más fatigoso y frustrante. Sin embargo puede ser que el cambio que ahorita estás necesitando, sea precisamente un cambio superficial que no necesitas que se mantenga durante demasiado tiempo, en cuyo caso, tal vez no necesites llevar esta transformación hasta el nivel de tu Identidad.
O al contrario, puede ser que la única opción posible sea un cambio que esté dirigido a modificar tus Creencias para permitirte viajar ligero y ser una persona más feliz; tal vez incluso, valga la pena cuestionar cuál es la definición misma que haces de ti Y sea necesario llevar este proceso hasta tu misma Identidad.
En cualquier caso, vale la pena que tengas una bitácora a tu alcance donde vayas anotando tus objetivos, tus estrategias antes de llevarlas acabo, y las reflexiones acerca de lo que vas observando en cada ocasión en que materializas un cambio diferente, porque en la práctica, es más importante el proceso que vamos construyendo y al cual no debemos perder de vista, que el resultado que perseguimos.
¿Qué cambio te apetece para ti?