La vulnerabilidad es una característica intrínseca de la condición humana que, en las culturas occidentalizadas, a menudo la percibimos desde una connotación negativa; ¿es realmente un signo de debilidad, o es un atributo humano que puede ser gestionado y aprovechado para enriquecer quienes vamos siendo en lo individual y lo colectivo?
Formamos parte de una cultura que se resiste a reconocer que la vulnerabilidad está presente en todos los aspectos de la existencia, evitamos sentirnos vulnerables porque la asociamos con el dolor, tanto físico como emocional. Nos hemos vuelto en lo que algunos filósofos como Byung – Chul Han denominan “una sociedad analgésica”, en la que nos negamos a sentir dolor a toda costa.
La filosofía del ser y la vulnerabilidad
Históricamente, la filosofía clásica ha idealizado un ser humano perfecto y carente de vulnerabilidades; Platón, por ejemplo, hablaba de una “bodega ontológica” donde habitaban los ideales perfectos, y nuestro objetivo existencial era aproximarnos a ellos conforma nos desarrollamos como individuos. Esta perspectiva filosófica basada en una “ontología del ser”, nos obliga a no ser vulnerables y nos prohibe equivocarnos. Filósofos como Hegel, Kant, y Descartes contribuyeron a esta visión idealizada del ser humano, donde la realización última, es alcanzar un estado de perfección sin vulnerabilidades.
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